lunes, 11 de abril de 2011

DESPEJANDO INCÓGNITAS



DESPEJANDO INCÓGNITAS


A menudo veo asomar la verdad en tu sereno rostro y sé que, tarde o temprano, mereceré el castigo que tan ciegamente me he labrado. No busco redimirme reciclando mis odios o aturdiendo a psiquiatras reluctantes y tétricos.

      Es tiempo de pagar los vinos que bebimos, de cortar las cadenas que amortajan, de lanzarse, dulcemente embriagados, en un último viaje de inspirados poetas.

No somos meramente estómagos satisfechos, gobernados ciegamente por procesos metabólicos. No somos rumiantes taciturnos, ni un conjunto de células anónimas, ni tampoco un trillón de bacterias emisoras de estiércol.

Hay algo imperturbable más allá de todos los instintos. Algo suave y constante como un mantra. Una esencia que habita en cada roca, en las motas de polvo, en la dulzura interna de las fórmulas matemáticas.

Así, llegados a este punto, nada tiene ya auténtico sentido si no es únicamente a través de nosotros. Somos los ojos, las manos, las neuronas, esa esencia inmortal, que dota de lógica y coherencia al Universo.

No somos un maremágnum, ni una mancha solar, ni un incongruente axioma. Somos el anhelo inflamado del Cosmos por autoconocerse, el fruto global de un amor superlativo, la incógnita despejada de una ecuación sublime...