martes, 17 de abril de 2012

EXPOLIO



EXPOLIO

        Normalmente ante un robo o una agresión nuestro instinto nos impele a proteger lo que consideramos nuestro. La historia del capitalismo resulta, en este sentido, una obra maestra de como se puede perpetrar el atraco perfecto.

     Según esta doctrina, actualmente hegemónica, el logro de la felicidad colectiva ha de ser paradójicamente alcanzado por medio de la suma de infinidad de desgracias y sufrimientos individuales. Esta es la esencia amoral del capitalismo. Esta es la filosofía que nos ha sido inculcada como un dogma de fe.

      En este sentido, el egoísmo, la codicia y la absoluta falta de empatía con el sufrimiento ajeno son las piedras angulares de las sociedades modernas.

     De tal modo hemos sido programados para asumir este rol utilitario que en el proceso hemos sido desnudados de nuestra identidad como hombres pasando a ser una hueca mercancía. Como simples elementos de una ecuación económica estamos únicamente destinados al ciclo de producir, procrear y consumir.

     Por consiguiente los elementos lúdicos como el sexo y el uso de sustancias recreativas han de ser severamente controlados, perseguidos y punidos. Aunque para ello sea preciso extender una epidemia vírica o almacenar a millones de personas en las cárceles.

     Y es que tras el surgimiento, a finales del siglo XIX, de los movimientos revolucionarios marxistas en el seno de la clase obrera y, los subsiguientes contramovimientos fascistas, que introdujeron al mundo en la vorágine devastadora de la guerra, las manos fuertes se vieron obligadas, como cortafuegos que impidiera la extensión del comunismo soviético, a reformular el capitalismo para atemperarlo y hacerlo más firme y duradero.

    Asistimos así a la creación del sistema de producción y consumo de masas que, como un tumor maligno, ha devorado en apenas cien años la mayoría de recursos, especies animales y vegetales del planeta, condenando a la infelicidad y la miseria a la práctica totalidad de sus habitantes humanos.

   Llegados a este punto parece imprescindible replantearnos el verdadero significado del concepto de progreso.

   El problema reside  en el invisible hecho de la increíble acumulación de poder y capital que se ha producido bajo el sistema económico reinante. En este sentido, cualquier intento de derrocar a la oligarquía  hegemónica que nos gobierna será en vano. Es más,  la mera amenaza de revuelta social desembocará en el nacimiento de la más férrea y duradera dictadura, sustentada en la ciencia, que jamás haya conocido el ser humano.

     Sólo nos queda un recurso alternativo y es el de dinamitar las reglas morales convencionales que nos convierten en un rebaño uniforme fácil de manipular y gobernar.

     Dado que a estas alturas es ya imposible luchar frontalmente contra la clase dominante sólo nos queda el recurso de practicar una resistencia pasiva situándonos al margen del sistema mediante la adopción de patrones de vida comunales.

     Modelos éstos de convivencia donde la falta de comodidades y lujos sea sustituida por la efervescencia de la solidaridad.

     Espacios regidos únicamente por la inmensa y desconocida fuerza del amor colectivo. Donde la toma de decisiones y la educación de los hijos se lleven a cabo de forma mancomunada. Donde las propiedades y salarios de cada uno de los miembros sean puestas a disposición del bien común.

     Lugares donde reine la práctica de una sexualidad desbordada que acabe saltándose cualquier tabú.

     Islas-santuario donde escapar al control de lo material y los poderes fácticos.

  Pequeños seminarios espirituales para la búsqueda y experimentación de la felicidad mediante el uso lúdico de las psico-llaves.

     Oasis-talismán opacos y secretos donde el acercamiento a lo natural y la adopción de un ritmo de vida sosegado, humano y sostenible sea la regla de oro de la existencia.

     Este sistema de vida exótico y grupal es, ciertamente, nuestra única oportunidad de salvarnos y a la vez salvar lo poco que aún nos queda de este maravilloso planeta.


COMUNIÓN





COMUNIÓN

     Yo deseo veros comulgar muy pronto de mi ardiente deseo... Sé que tengo en las manos un arma poderosa, un sutil instrumento, un atajo eficaz para eludir la infame esclavitud de lo ordinario.

    En las horas obscuras que vendrán, en el terrible siglo de los nefastos cambios, dejarme derramar sobre vosotros el ungüento sagrado, el filtro milagroso, la especiada y fecunda llave mágica...

     Tú que trazas un brillante futuro, tú que vas a eclosionar los sueños, tú que habitas amoroso en cada ciclo creativo trasládanos tu paz...

   Somos el diapasón del Cosmos, el ritmo sagrado de los tantras, somos monos desnudos que eyaculan en las formas terrestres de la nada...