miércoles, 8 de junio de 2011

PRIVILEGIOS DE CAZA


PRIVILEGIOS DE CAZA


   Únicamente buscando el premio, la golosina mágica, como los perros de Paulov, me dejo engatusar para escribir esta cinegética entrada.

En episodios anteriores, la humanidad buscaba entre inmundicias y repugnantes seres de cloaca su identidad utópica.

No es este un tema baladí puesto que sólo la intuición y el auto-conocimiento pueden engendrar esa necesaria revolución que, en último término, nos ponga a salvo del seguro desastre como especie.

Es cierto que el resto de las familias animales no poseen la imprescindible maquinaria para lograr un propósito tan iluminativo. Sin embargo, resulta difícil imaginar un uso más mediocre y estéril de nuestra flamante masa encefálica.

Si contemplamos el curso de la aventura humana con una mirada lúcida veremos lo cerca que en realidad estamos del encefalograma plano. ¿Cómo hemos podido extraviarnos tanto? Mi visión enaceitada del progreso parece, a todas luces, un descenso vertiginoso y mareante a los infiernos.

Desde nuestros orígenes, en los confines de la memoria, compartimos una misma esencia, un mismo material genético, unas similares necesidades básicas, un idéntico anhelo por alcanzar la felicidad, la paz y la belleza.

Pero, en algún punto degenerado de la historia, alguien esgrimió el ruin bisturí económico que acabaría por separarnos a todos. Fue este el nacimiento de las artificiales clases sociales, de esta ceguera colectiva basada en la explotación. Divide y acabarás venciéndolos...

Si algo ha quedado definitivamente claro es que el ser humano en su conjunto, con su innata necesidad de arte y de justicia, ha sido derrotado de una forma global en todos los frentes.

Es como si para alcanzar ese status cuasi-divino de persona hiciera falta amasar una ingente cantidad de poder y riqueza. Así, detrás de cada individuo integrante de la élite existe un latrocinio despiadado y salvaje de sus semejantes. Frente al estímulo a los emprendedores, el sistema fustiga con la cárcel y la exclusión social a todo aquel que se empeñe en volver a la sagrada calma de los orígenes…

Aprender a desmontar este criminal orden es lo único que con estas líneas pretendo. No es posible cambiar drásticamente el rumbo enloquecido de la nave. Pero sí podemos ir erosionando su estructura poco a poco mediante pequeñas incisiones en su línea de flotación.

Con nuestra desviada moral hay que dar a entender a esos furtivos y taimados pastores de almas que este orden social establecido no puede durar eternamente.

Las ovejas al fin han comprendido los absurdos tabús, las prohibiciones y las veladas amenazas que con mano invisible gobiernan férreamente su humilde y mansa subsistencia. Y así, tras haber analizado detenidamente el origen de sus limitaciones y sus sufrimientos, han decidido cambiar radicalmente de costumbres...

Ya no forman parejas sino que se unen en grupos libertarios. Ya no consumen de forma aislada sino de un modo racional y colectivo. Ya no se reproducen mecánicamente sino de forma selectiva y científicamente calculada. Han aprendido a agriar su leche y a estropear su lana mediante el uso controlado y consciente de una venerable y sacro-santa hierba...

Es nuestra obligación reclamar nuestro inalienable derecho de codearnos con los Dioses. El Universo a recorrido infinitas e intrincadas órbitas para llegar a darnos a luz. No podemos tolerar ser excluidos de nuestro propio paraíso.

Veo un futuro, minimalista y bello, donde los lobos ante la inaudita hermanación de las ovejas han perdido definitivamente sus dinásticos privilegios de caza…