miércoles, 19 de febrero de 2014

GIGANTES


GIGANTES


  Desde que habito en este puerto franco, a salvo de las titánicas fuerzas de la naturaleza, vivo en una constante lección de amor.

  Os hablo de atravesar montañas. De recorrer senderos por los cielos con el corazón entregado.

  Os hablo de cosas imposibles, de seres excepcionales.

  Os hablo de los habitantes chiflados del espíritu, de los guardianes del arte, de los ascetas, de quienes como soñadores decidieron exiliarse de sus carnes y de sus vísceras para iniciar una viaje iniciático por su mar interior.
 
  Porque el secreto de una existencia plácida no radica en acumular años ni en reunir tesoros, sino en gobernar la nave con mano recia.

  Así llegué yo como un náufrago a esta isla remota en donde cada día se vislumbra el asombro.

 Un lugar en donde el dolor que albergaba mi corazón prácticamente ha desaparecido. Un santuario arbóreo en el que milagrosamente he comenzado a sanar.

  Aquí, en este oasis de luz, os digo que la emoción y el afecto son un hecho diferencial del espíritu. Una especie de lazo energético que nos conecta tímbricamente como a las diferentes familias de una orquesta.

 Y que la práctica de la sexualidad nos hermana, porque somos, simultáneamente, los ejecutantes de una antigua partitura y sus compositores.

  Ahora sé que la desnudez es una arma democrática y que tenemos que servirnos del arte para explorar el mundo y transformarlo.

 Soy consciente de la necesidad de extirpar esa farsa mercantil que ha sembrado nuestras almas con sal.

 Por ello, os exhorto, a una especie de cirugía mística. A un limpio despertar. A un nuevo comienzo al margen de la cansina filosofía del rebaño, de sus venenosos hábitos y de sus melancólicas ratoneras.

  Por caridad hermanos. Partir pronto hacia lo desconocido. Tened fe. Entrad juntos en vibración orgásmica. Celebrar la comunión. Abrazar a vuestros hijos. Completad con pasión vuestro viaje interior...

  Uno no se sucede a si mismo al dar a luz un niño, ni al plantar un árbol, ni tan siquiera al escribir un libro. La única forma de perdurar es fundirse en el voluptuoso crisol de lo divino. Hay que mirar siempre con el corazón elevado. Hay que vivir en el amor como auténticos gigantes...