PRODIGIOS
Teníamos sol y nos
encerraron en pisos como a ganado. Teníamos aire puro, agua limpia y silencio
pero inventaron máquinas para envenenarlo. Teníamos sueños, pasiones y
esperanzas hasta que los relojes de fichar se encargaron de esclavizarnos.
No podemos asistir como convidados de piedra
a este desvergonzado saqueo.
Sin sinfonías de pájaros. Sin rayos cómplices
del atardecer. Sin relinchos ni trotes de caballos. Sin exhibiciones de las
pícaras trapecistas del bosque. ¿Qué nos queda?
Nos vemos obligados a ponernos en brazos de
la economía y de la química en detrimento de la filosofía y del arte que son
las genuinas disciplinas que brotan del espíritu.
Embrutecidos al nivel de las bestias por la
mala fe de los dominadores. Vamos a necesitar guías y también tijeras para
escapar de este infernal círculo.
No estamos preparados para hacer la mudanza
por voluntad propia. Somos ovejas maltratadas que sueñan con la bondad de un
nuevo Pastor.
Buscamos la llave maestra en el exterior.
Pero el Maestro habita como un rehén en el preciso centro de nuestro ser. Si
queremos liberarlo es necesario afinar hasta el extremo la percepción de lo
sutil.
Evitando la fosilización de nuestros sentidos
lo que acontece a nuestro alrededor se transforma en creatividad y milagro.
Con el tiempo, ese deseo expiatorio que es el
arte, se convierte en desbocada pasión por la vida. Es, como si en ese instante
indefinido, verdaderamente volviéramos a nacer.
Hemos dejado caer a nuestro yo odioso, a
nuestro yo terrible. Lo contemplamos con piedad como a algo ajeno que
simplemente se ha desprendido de nosotros como una máscara.
Estamos encantados con nuestra nueva piel. Un
pulso renacido, una nueva visión comienza a latir en lo más interno de cada uno
de nosotros...
Es el corazón de oro. La piedra filosofal
forjada en el crisol del alma. Tras la irrupción alquímica, es tiempo de
prodigios...