jueves, 7 de noviembre de 2013

SANTUARIO



santuario

  Cuando salto a la piscina en noviembre, ese agua solemne, transparente y ruda incendia mi piel como un fogonazo, como una purgación de diamante.

 Bombeando la sangre alegremente consigo hacer diana perfecta en mi cerebro, en mi propio Universo, en mi Santuario. Al sumergirme para tocar el fondo, una lánguida calma otoñal lo inunda todo como si fuera un bálsamo...

 Me encuentro ahora soñando en un estado de cuasi-trance. Hipnóticamente inducido por la ambarina telaraña del ocaso. Cuando las cosas más profundas y sutiles parecen revelarse maternalmente en el aire.

 Una secuencia musical perfecta ha penetrado en mi. Una fuerza invisible me ha sido transferida en custodia. Un cristalino fuego que sana a la vez que devora.

 Permitiéndonos un instante de descontaminación. Desplegando una red protectora. Una especie de vigorosa gimnasia del alma. Un ecologismo del espíritu.

Construyendo un reducto de Amor, un templo vegetal, un escondite tántrico en el que bucear en busca de nuestro verdadero Yo, nuestro Yo armónico, nuestro Yo sagrado.

  Para sanar hay que llegar a la base, a la raíz, a la piedra angular de aquello cuanto somos. A la fuente de nuestras cadenas invisibles.

 Para alcanzar la fase crítica, el estado inestable, el trasparente punto sin retorno, necesitamos rodearnos de pureza. Somos un Uno con el Todo. Estamos en casa. Despertamos...