PAZ INVISIBLE
Recientemente he aprendido la vital importancia
de simplificar, de efectuar una poda ejemplar en el catálogo de creencias. Una
tala social, un desbroce, una criba, que nos permita expurgar lo inútil, lo
accesorio, lo sobrante. Aquello que se alimenta como un parásito de nuestro
espíritu.
Famélicos,
desnutridos, liberados de lo superfluo, estamos por fin preparados para
comulgar en la armonía de la música. Hipnóticamente disparados, comenzamos a
penetrar en nuestro centro interior.
Maternalmente aislados como larvas, como
granos de polen, bailando en formas geométricas. Ansiamos desplegarnos,
esparcirnos, derramarnos...
Yo también
necesito acelerar. Alejarme de cuanto me envenena y me asfixia. No quiero una
invalidez mental, una mansedumbre aséptica, una poli-condición amorfa.
A fuerza
de reducir, de suprimir y de negar resulta humanamente más sencillo dar en la
diana. Descifrar la senda emocional, el camino de regreso al núcleo de la
energía pura. A ese bendito punto de Luz.
A la fuente primaria...
Con los
ojos seducidos por la multiplicidad de lo latente. En absoluta abstracción, en
feliz tránsito, alcanzamos mansa e invisiblemente la Paz...