DUELO
No es el polvo que se acumula
por los muebles prestados del salón, ni tampoco la fiebre vegetal que invade
cada espacio del jardín reclamándolo temerariamente como suyo. No hay manos
negras. No hay fantasmas.
Es el mordiente deseo sexual. Es el agónico juego de rol. Es el ansia irrefrenable por pertenecer a un clan obscuro, por ejercer de muñeco vudú, por quedar finalmente atrapado en una invisible red caza-mariposas.
Una red de nudos dolorosos formulados a nivel subconsciente para hacernos caer una y otra vez en un siniestro estado de anti-amor. En un espacio indefinido de no-pensamiento. En una especie de anestésica ventana de no-vida. En una dimensión rigurosa y fetichista de anti-sexo.
Una red de nudos dolorosos formulados a nivel subconsciente para hacernos caer una y otra vez en un siniestro estado de anti-amor. En un espacio indefinido de no-pensamiento. En una especie de anestésica ventana de no-vida. En una dimensión rigurosa y fetichista de anti-sexo.
Propiciando así la melancólica unión entre
dos mundos sólo superficialmente dispares:
El del cruel coleccionista de pinzas, de frascos y de agujas, absorto en sus técnicas espurias para extraer el alma. Y el del atolondrado insecto que, a su
pesar, encuentra un placer indescriptible cuando pasa a formar parte de un
esquema más sutil y complejo...
No existen lecciones que aprender cuando nos
damos de bruces con el mal absoluto. Un singular combate, un ajuste de cuentas, un tenebroso duelo contra aquello que soy y que a la vez no soy se acerca silenciosamente de puntillas...