TRISTEZA
Hoy es el día post-spa. El día en que amanezco
rebosante de palabras, lunático, exaltado, bien despierto, completamente
primaveral.
El día en que las flores fucsia y los espigados
lirios han estallado emitiendo a la atmósfera un mensaje apremiante:
"No viváis aislados en ciudades. Uníos y buscad un lugar de sanación, un templo-manantial, un tabernáculo desde el que proyectar orgásmicos seísmos hacia el espacio-tiempo."
Vosotros os empeñáis en invitarme a la asepsia
antinatural de vuestras cárceles, a la turbia aspereza de vuestras inmaculadas
celdas, a la anónima verticalidad de vuestros hogares-almacén, pero yo, que he
descubierto ya mi errática vocación de nigromante, no imagino el existir expatriado del sol, desterrado del viento, cruelmente confinado como un paria.
Me enviáis un ejército de promotores y notarios para convencerme. Pero al asomarme a los rellanos de vuestras casas,
un hedor a lejía, a ambientador y a fármacos me espanta, haciéndome retroceder acobardado.
Es el olor que desprenden los cadáveres en sus
ataúdes. El olor fétido y penetrante de los telediarios. El aroma triste y
desganado de las habitaciones de hospital.
Os veo deambular absortos, electrónicamente
absorbidos por vuestros gadgets, entre el ruido del tráfico, respirando
petróleo.
Imposible adivinar quienes sois, en que preciso
momento renunciasteis a vuestro destino, que aciaga concatenación de efectos os trasformó en adoradores de escaparates, en lánguidos portadores de bolsas de
plástico, en voluntarios transmisores de toda la angustia y la tristeza de este mundo...