CONJUNCIÓN FAVORABLE
Los seres vivos, entre ellos los humanos,
no disponemos de otras seguridades que aquellas que nos brinda la repetición
constante de determinados actos. Fuera de ese ejercicio mecánico
auto-afirmativo sólo hay margen para el vértigo y la náusea.
Al conjunto de esos comportamientos
auto-inducidos los llamamos carácter. Al cúmulo o red de rutinas
interconectadas lo llamamos sociedad. A la recopilación de estereotipos
trascendentales para la permanencia de una determinada organización social las
denominamos leyes. Pero, en puridad, la verdadera fuerza homogeneizadora del
aparato legal proviene de la aplastante tiranía que las costumbres asimiladadas
desde la más tierna infancia ejercen sobre nosotros.
La sensación de desamparo, de rechazo,
de miedo y de ansiedad que una conducta trasgresora genera en el infractor
determinará, en la casi totalidad de los casos, una vuelta apresurada al redil
de la normalidad.
Mas yo no he nacido para ser
domesticado. Como un error genético resulto la mera ecuación fallida de mis
padres. Una excrecencia errática que exhala momentos libertinos y, a mi pesar,
lunáticos.
Una vez que me he negado a perpetuar
el tránsito del mal, tan sólo me intereso en dar de beber a las ardillas, o en
descifrar la vida sexual de mi mascota, o, más frecuentemente, en anotar la
caprichosa dirección del viento... Y es que han sucedido determinados hechos,
ciertos acontecimientos de naturaleza simbiótica que modifican absoluta y
radicalmente la perspectiva...
Aquí estamos desnudos, panza arriba,
lamiendo embelesados las delicadas curvas de este oasis fugaz en buena hora
descubierto.
El dolor de la inconsciencia se
esfuma y por ende, el precario equilibrio, la conjunción favorable, se muestra
por fin con total evidencia.
Desde este puesto de combate que me ha
sido asignado, desde esta atalaya mágica y psicodélica, desde este singular
faro, me empeño en formular palabras-archipiélago que resistan al tiempo.
La nueva estación se impone... Es la
hora de abrazarnos bajo el dosel vegetal que elabora mi alquimia. De sentir, de
respirar. Aquí.., ahora... tras el susurro almibarado del bambú. Destilando
lágrimas de oro en esta sublime hora de la tarde...